Encuentros intermedios. Carta de Daniel García Raso del 2 de mayo de 2022

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Querida Clara, querido Guillermo y querida toda la gente que ha perdido la gracia:

No es algo nuevo que desde que estoy voluntariamente atrapado en estas Tierras Intermedias vivo en una constante intersección. Intersección entre los impulsos por intentar escapar y los síndromes que me dominan y lo impiden, el de Stendhal y el de Estocolmo, sobre todo, pero también el del emperador.

Cada uno me aflige a su manera.

El síndrome del emperador es casi un cliché para cuando nos arrastramos nosotros mismos a un mundo como el de las Tierras Intermedias, como otros que existen y que fueron creados por esos mismos Diseñadores Inteligentes, que no es sino otra forma de denominar a Dios. Es un cliché, decía; vuelvo con mis clichés, porque me obsesionan, ya os dije que aquí me quedaría con mis clichés. Y aquí sigo. El síndrome del emperador, como al niño que se cree un rey y que exacerba su sentido de autoridad, es una constante que hay controlar en este mundo tan bello como decadente, tan agresivo como remanso cuando lo desea. Se habla mucho (muchísimo) de lo difícil que es vivir aquí, y aunque sea cliché, no debe olvidarse. Es como si todos los otros ludomundos nos hubieran malacostumbrado, malcriado, para insuflarnos una insolencia que puede caer cuando menos te lo esperas. Unas ratas; me hicieron reiniciar la vida unas simples y pequeñas ratas. Me confié. Y atacaron en manada.

Y morí.

Y volví a nacer.

Sin runas.

En los últimos días he perdido 75000 en situaciones similares.

Y Estocolmo.

Me aterra visitar Caelid si no es con la tranquilidad que me da saber que voy a poder huir con Torrentera. Voy por obligación. Me amedrentan sus arenas rojas, sus apotecios, sus apéndices que salen de la tierra, y hasta la dragona matriarca, anciana y dormida, inofensiva. Su ambiente sonoro, que siempre parece que va a preceder a un brote psicótico. Y sin embargo, tengo que volver, necesito volver, quiero volver… A pesar de que en sus rutinas me siento más vulnerable que en cualquier otro punto del Mapa Intermedio.

Y Stendhal.

Seguí el cataclismo, como Clara, y como ella «descendí hacia lo olvidado», hacia «una ciudad abandonada e invadida por la magia». Y cuando terminé por encender la última pira, me acerqué al cadáver, y lo toqué, y me llevó a una caverna alta, oscura, pero preciosa. Y me tuve que enfrentar a la misma esencia de la vida, a un dador de vida, la vida me rodeaba, calmada, inocente, y yo tenía que acabar con ella. Mis meninges presionaban para desencadenar el llanto, el llanto de belleza, y de la compasión. Debí morir y volver a vivir unas quince veces. Y no me importaba. Cada vez era mejor que la anterior. Cada vez las lágrimas se asomaban más al precipicio de mis párpados. Me drogué. El combate fue una aguja que quebró la fina pared de mi piel y me inyectó esperanza, y sosiego, y dulzura…; la violencia era solo un poema. La única decepción es que ahora no puedo revivir ese momento. No por ahora.

Seguid.

Sigamos.

Buscando la gracia perdida.

Hallando nuestro lugar en el mundo.

Aunque esté muerto.

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Cartas desde las Tierras Intermedias

Somos @SoHoFollie y @GuillermoGzmn perdidos en un mundo que no acabamos de entender, dispuestos a encontrarnos y contárnoslo por el camino.