Carta a Guzmán del 13 de mayo de 2022

Nothing prevents happiness like the memory of happiness

-André Gide

Guzmán,

Llevo siglos inmóvil ante la niebla. El tiempo, vestido con la piel carcomida del último profeta (gracias, Olga Orozco, te he robado estas palabras), me mira de reojo esperando mi próximo movimiento. Quizás le estoy afrentando en mi inmovilidad, porque no deja de mandarme visiones de las otras: todas marchan más allá, y me estoy quedando sola. Nos estamos quedando solas.

No debería importarme. Nadie podía predecir los minutos que habitaríamos este lugar, ni como lo haríamos. Quizás estoy siendo protectora de mis sentimientos. Prefiero las Tierras Intermedias radiantes, y por eso debo dejarlas en barbecho de vez en cuando. No seguiré a las demás en su carrera hacia adelante, pero me preocupa que esta inacción se cristalice. ¿Me convertiré en una estatua de los días? Solo veo niebla, oscuridad y la incertidumbre de mi misión, y esto parece subertir todo aquello por lo que veníamos. A veces conjugamos espacios con necesidades y luego nos quejamos de que no las suplieron.

Me pregunto por qué seguir escribiendo cartas, a quién mandárselas si hago el camino en soledad. Estoy teniendo una crisis de fe. Recuerdo que hace mucho tiempo, al principio de la aventura, me preguntaba por la validez de esta gracia que nos guía. Ya ni siquiera pienso en la gracia.

Pero no estoy sola. Pienso mucho en el final, en cómo todo esto brillará más cuando haya acabado, incluso las penurias y las dudas. Y es quizás estos sean los días más importantes. Me aferro a las palabras en tu última carta como amuletos mientras miro hacia el frente y vuelvo a blandir las katanas.

Espero no mandar esta carta al abismo.

Que algún día te encuentre.